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Hace unas semanas se popularizó una supuesta “noticia” que aseguraba que la presidenta de México, Claudia Sheimbaum había prohibido los narcocorridos. De acuerdo con el portal Excelsior “La presidenta Claudia Sheinbaum recalcó que su administración no prohibió la interpretación de los corridos tumbados en conciertos, sino que se prioricen contenidos que no inciten a la violencia.” Esta aclaración surgió, después de que “El 12 de abril el gobierno mexiquense prohibió expresamente que durante las ferias de Texcoco, Tejupilco y Metepec se haga “apología de la violencia, referencias a personajes ligados a actos criminales o consumo de narcóticos”.
Como una persona que vivió en México durante 15 años, estoy de acuerdo con la intención de limitar y últimamente acabar con los narcocorridos; incluso me atrevo a decir que debería ser contenido censurado. Es cierto que la censura, en general, es un tema delicado y nunca trae nada bueno, pero en este caso este tipo de “arte” si genera un impacto negativo en la población mexicana.
Voy a poner un ejemplo: Me han salido TikToks de profesores de educación primaria aquí en Estados Unidos que han expresado su preocupación por la nueva generación de estudiantes, señalando que cuando se les pregunta qué quieren ser de grandes, la mayoría responde con “influencer” o “billonario”, lo cual refleja un desinterés creciente en profesiones académicas y una tendencia preocupante mostrando un rechazo a la educación superior. Sin embargo, te has preguntado cómo responderían los niños mexicanos, bueno, solo necesitas intercambiar “billonario” por “narco” y el panorama sería similar.
Esta situación es realmente alarmante ya que la narcocultura en México está glorificada, como resultado directo de la distorsionada representación que se le da en los medios de comunicación, ya sea a través de los narcos corridos o las novelas que giran en torno al narco como las populares novelas “Rosario Tijeras” y el “El señor de los cielos” las cuales contribuyen a normalizar esta percepción.
Recuerdo cuando cursaba la secundaria y escuchaba a uno de mis maestros comentar casualmente sobre El señor de los cielos como si no fuera preocupante que un adolescente de 13 años vea contenido altamente violento y sexual. Últimamente, se ha normalizado el narco y se ha llegado a un punto que cualquier tipo de conexión con este, se considera motivo de orgullo. Incluso se han normalizado comentarios como “los narcos solo se meten con gente que anda en malos pasos” “Si haces las cosas bien, no se meten contigo” “Al menos los narcos ayudan a la gente de vez en cuando, más que el gobierno” son ejemplos de cómo se justifica y glorifica su existencia.
Estos comentarios no solo minimizan la gravedad de las actividades delictivas, sino que también contribuyen a perpetuar una narrativa peligrosa en la que los carteles son vistos como héroes o benefactores y hasta filántropos, en vez de ser reconocidos como criminales.
Por todo esto, considero que limitar o completamente censurar la difusión de narcocorridos y de contenidos que glorifican la narcocultura no solo es una medida prudente, sino necesaria para proteger a las futuras generaciones de una cultura que normaliza la criminalidad como una profesión deseables, especialmente tener cuidado con el contenido que consumen nuestras jóvenes generaciones ya que todos los mensajes de los medios de comunicación tienen un impacto que se ve reflejado en sus decisiones y sus desarrollo.
Genuinamente considero que como sociedad necesitamos tener un rol más proactivo en esta problemática social. No podemos limitarnos a ser observadores pasivos, mientras la narcocultura siga ganando terreno en la mente colectiva. Es esencial que promovamos un estigma fuerte y estereotipos negativos hacia todo lo relacionado a los narcocorridos y la glorificación del narcotráfico.
Al asociar estos elementos culturales con connotaciones negativas en lugar de romantizarlos o celebrarlos podemos comenzar a transformar la percepción social que hoy los idealiza. Es necesario que los narcotraficantes dejen de ser vistos como modelos a seguir o personas exitosas, y que en su lugar sean reconocidos por lo que verdaderamente son: criminales responsables de violencia, corrupción, y del dolor de miles de familias.
Este cambio de narrativa social no ocurrirá de la noche a la mañana, pero si logramos que la representación del narcotráfico genere rechazo y no admiración, estaremos dando un paso importante hacia la reconstrucción del tejido social. Al fomentar una percepción crítica y negativa hacia la narcocultura, también estaremos contribuyendo a que las nuevas generaciones aspiren a modelos de vida basados en la educación, el trabajo honesto y el respeto a la ley, en lugar de idealizar caminos de violencia y crimen.