Con el acercamiento de los exámenes finales, la cafeína es la patrocinadora oficial de las largas noches de estudio.  Entonces, ¿Qué deberías beber para mantener la concentración?

LUCA DISBROW / DAILY NEXUS

En los Estados Unidos, 85% de la población adulta bebe cafeína diariamente, ingiriendo 135 miligramos por día (1 taza estándar tiene 8 onzas líquidas o 235 mililitros). El cuerpo humano absorbe hasta el 99% de la cafeína en una taza de café, permitiendo que el compuesto alcance los niveles máximos de concentración en el torrente  sanguíneo tan pronto como 15 minutos después del consumo.  Una vez absorbida, la cafeína cruza la barrera hematoencefálica y bloquea el neurotransmisor inhibidor adenosina, lo que nos hace sentir un impulso de alerta y energía instantánea.

Una taza de café diaria no sólo te hace sentir con más energía, sino que también quema grasa, mejora el rendimiento físico y reduce el riesgo de varias enfermedades, como la diabetes tipo 2, Alzheimer ‘s, Parkinsons,  y el cáncer.  Estudios científicos sugieren que el café puede incluso aumentar la longevidad: dos grandes estudios observacionales informados por Healthline Media revelaron que el café está asociado con un riesgo reducido de muerte del 20 % en hombres y del 26 % en mujeres de 18 a 24 años.

Pero el café tiene un fuerte competidor: el té con cafeína. Veremos dos populares alternativas, comenzando con el matcha. El café contiene entre 90 y 95 miligramos de cafeína por porción, mientras que el matcha contiene entre 38 y 88 miligramos de cafeína por porción. Aunque el matcha contiene menos cafeína, dura mucho más en el cuerpo. Las pequeñas cantidades de cafeína en el matcha tardan más en ingresar al torrente sanguíneo durando hasta seis horas. Como resultado, el “bajón” que uno siente después de una o dos horas de beber una taza de café no ocurre con el matcha.

La explicación principal de esto gira en torno al aminoácido L-teanina, que actúa con otros antioxidantes, flavonoides y fitonutrientes para ralentizar la absorción de cafeína por parte del cuerpo, lo que resulta en una introducción suave de cafeína al sistema y un periodo prolongado de insomnio. La L-teanina estimula la producción de serotonina, un neurotransmisor que nos hace sentir feliz y  que puede reducir el estrés y mejorar el estado de ánimo al disminuir la presión arterial, reducir los niveles de cortisol y aumentar las ondas alfa en el cerebro.

Abundante con en el fitoquímico EGCG, el matcha tiene propiedades termogénicas que aumentan el metabolismo de las grasas y ayudan a promover la pérdida de peso. A diferencia del café, el matcha contiene propiedades antibacteriales que dejan la boca fresca y los dientes limpios.

La infusión de yerba mate, una de las bebidas más populares en UC Santa Bárbara, es otra alternativa de café a base de té. Con 85 miligramos de cafeína por taza, la yerba mate contiene menos cafeína que el café pero más que una taza de té común. Al igual que el matcha, la yerba mate se demora en introducir la cafeína al sistema del cuerpo, pero dura más tiempo en el sistema y evita los nervios y los bajones que da el café. Conocida como “la bebida de los dioses”, la yerba mate está llena de antioxidantes; mientras que el café y el matcha también son conocidos por su alto contenido de antioxidantes, la yerba mate supera a ambos con 24 vitaminas y minerales diferentes, 15 aminoácidos con antioxidantes y 196 químicos volátiles.

Estudios científicos preliminares han demostrado que la yerba mate puede ayudar a estimular la oxidación de grasas y la sensación de saciedad, lo que conduce a la pérdida de peso. Sus compuestos antiinflamatorios reducen los marcadores de inflamación y ayudan a prevenir el cáncer de colon, las infecciones urinarias y los cálculos renales.

De cualquier forma, la cafeína se debe consumir con moderación para que tenga el mejor efecto. Si buscas un impulso rápido, el café será la mejor opción. Sin embargo, el matcha y la yerba mate son las mejores alternativas para mantener la energía a largo plazo.

 

Escrito por: Audrey Moeller

Traducido por: Chiloé Spelius

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