
CORTESÍA DE PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
Cada 60 segundos, una persona en el mundo contrae el VIH. Aunque este virus fue descubierto a finales del siglo XIX, la desinformación, la falta de claridad y el estigma que existe en la sociedad actual sobre el tema, crea que los jóvenes y adultos no se protejan ni conozcan la gravedad de este imponente virus.
Hoy, décadas después de avances importantes en la lucha contra el VIH/Sida, los esfuerzos globales enfrentan una nueva amenaza: los recortes de financiamiento en programas clave como PEPFAR (Plan Presidencial de Emergencia para el Alivio del Sida). En febrero de 2025, los cinco países principales que financian la respuesta global al VIH – Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania y los Países Bajos – anunciaron recortes en sus contribuciones, que van desde el 8% hasta el 70%. Estos países representan más del 90% del apoyo económico internacional destinado a combatir el virus. Sin estos fondos, se estima que más de 6,3 millones de personas podrían morir en los próximos cuatro años. Los países con mayor impacto serán los de ingresos bajos y medios. Según Winnie Byanyima, directora ejecutiva de ONUSIDA “se espera no solo muchas más muertes, sino también nuevos contagios.”
Desde su lanzamiento en 2003, el programa PEPFAR (Plan Presidencial de Emergencia para el Alivio del Sida) que proporciona financiamiento, asistencia técnica y apoyo a diversos países, principalmente en África subsahariana, para ampliar el acceso a los servicios de prevención, tratamiento y atención del VIH, se ha consolidado como la mayor respuesta sanitaria liderada por un solo país frente a una enfermedad específica. Gracias a esta iniciativa, más de 26 millones de vidas han sido salvadas en más de 50 países, especialmente en la región del África subsahariana, la cual tiene la tasa de embarazo más alta del mundo, especialmente en los adolescentes. Los recortes del programa PEPFAR crean serios desafíos en la lucha contra el VIH. Esto no solo crea un problema hacia las madres embarazadas sino también hacia los bebés recién nacidos, ya que los programas destinados a prevenir la transmisión del virus de madre a hijo durante el parto también se ven gravemente comprometidos.
La interrupción de los tratamientos podría llevar a mutaciones del virus, lo que necesitaría de medicamentos más costosos y complicados. Esto no solo afecta a las personas que ya tienen el virus, sino también afecta a las personas que viven sin el virus y que son funcionarios del área de medicina pública. Ya que el recorte de los fondos dejaría a muchos funcionarios sin trabajo lo cual dejaría sin un sueldo a muchas familias de la noche a la mañana.
Es razonable que estos países quieran reducir su financiación, con el tiempo, dado que enfrentan presiones económicas internas y buscan redistribuir sus recursos hacia otras prioridades nacionales. Pero el repentino acortamiento del financiamiento crea un impacto devastador en todos los seres humanos que viven con este virus y no pueden financiar sus tratamientos, exámenes médicos ni acudir a doctores. La reducción del apoyo financiero internacional en la lucha contra el VIH pone en peligro los avances alcanzados en las últimas décadas y expone a millones de personas a mayores riesgos de salud. Tras años de disminución sostenida en los casos de nuevas infecciones y muertes asociadas al sida, esta tendencia positiva corre el riesgo de estancarse o incluso revertirse debido a la reducción de fondos y suspensión temporal de actividades del programa PEPFAR. Si no se reactiva completamente, el programa y no se reponen los recursos eliminados, los avances logrados en la lucha contra el VIH/Sida podrían perderse