
KAAVYA SAINI / EL NEXO DIARIO
Desde el concepto portugués de saudade—caracterizado por una profunda melancolía o nostalgia—hasta la palabra sánscrita viraha, que significa separación entre amantes, las lenguas de todo el mundo encierran diversos matices de significado dentro de palabras intraducibles. Sin embargo, aunque las diferentes culturas expresan los sentimientos de maneras distintas, ¿hace la falta de una palabra para una emoción más difícil experimentarla o reconocerla?
Esta pregunta clave ha provocado controversia y debate entre académicos, psicólogos y lingüistas durante siglos. Por ejemplo, tomemos la relación entre el lenguaje y el pensamiento. ¿Experimentamos el mundo independientemente del idioma, o son nuestras lenguas maternas las que colorean nuestras percepciones?
Una de estas teorías, conocida como la hipótesis de la relatividad lingüística o la hipótesis de Sapir-Whorf, sugiere que el lenguaje moldea la forma en que percibimos y entendemos el mundo. Las interpretaciones más extremas de esta teoría podrían sostener que, dado que la palabra alemana geborgenheit no tiene un equivalente directo en inglés, la sensación de seguridad y calidez hogareña que evoca es una experiencia exclusiva de los hablantes de alemán. No obstante, críticos de esta hipótesis argumentan que los estados de ser, aunque se describen de manera diferente en los idiomas y dialectos, no están restringidos por la falta de una palabra exacta.
Según el lingüista y profesor de la Universidad de Stanford, el Dr. Dan Jurafsky, “descubrir lo universal de los idiomas puede ayudarnos a comprender el corazón de nuestra humanidad“. Y lo que resulta universal es que, a pesar de la variación lingüística, las experiencias emocionales son atemporales y humanas. Todos los seres humanos somos capaces de reconocer la intimidad o la incomodidad en los silencios compartidos o de sentir nostalgia por la casa. Además, es esencial considerar si las palabras realmente limitan o más bien enriquecen nuestras capacidades emocionales. ¿Tal vez la falta de una palabra es simplemente la falta de una herramienta que nos permita expresarnos verbalmente con exactitud?
Asimismo, la comunicación no se limita al lenguaje. Las señales no verbales, como el contacto físico o la mirada, la música y la comida son formas poderosas de transmitir emociones y conectarse con los demás, incluso si no compartes un idioma hablado.
Desde el hindi hasta el quechua, existen palabras que capturan dimensiones emocionales que no siempre pueden ser capturadas en otros idiomas. Sin embargo, al comprender términos ajenos como saudade o viraha, podemos abrirnos a nuevas formas de ver y experimentar el mundo, ayudándonos a apreciar las sutilezas y complejidades de las emociones que otros sienten. La ausencia de vocabulario preciso no niega necesariamente la existencia de una emoción, sino que modifica la manera en que la articulamos y la compartimos. El amor, a través de las traducciones, trasciende finalmente más allá del lenguaje. Incluso cuando las palabras fallan, la conexión humana perdura.
Kaavya Saini piensa que no hay palabras para describir la taza de café perfecta por la mañana.