Si somos honestos, no aprendí sobre la salud mental y su importancia hasta que llegue a la universidad. Pasé la mayoría de mi vida escuchando lo trabajador que somos los latinos, del rigor latino – de romper las estereotípicas que nos sombrean. 

En mi familia y posiblemente la tuya también, el orgullo es sobresaliente y la mentalidad “¡sí se puede!” nos rodea a cada instante. Por si, siempre era corta de miras – en mi mente no tuve otra opción más que sobresalir y luchar por mis metas. No le puse mucha atención a mi salud mental o el efecto que tenía sobre mi bienestar y de veras que no le miraba el punto. Lo único que me importó fue salirme de las expectativas negativas por ser latina. 

Más de la mitad de jóvenes hispanos entre 18 y 25 años de edad con enfermedades mentales graves no tienen acceso a tratamiento. Solamente el 35.1 % de los adultos hispanos con enfermedades mentales reciben tratamiento cada año en comparación con el promedio de EE. UU. del 46.2 %. 

Hay muchas razones por la cual estas estadísticas parecen así. Primeramente, puede haber una barrera lingüística, ya que el promedio de los recursos para la salud mental aparece solamente en inglés. Aún más difícil, es poder comunicar lo que estás experimentando con alguien que te pueda entender. Aunque 40% de Californianos de identifican como hispano o latinx, solo el 9% de los psicólogos clínicos, el 21% de los terapeutas matrimoniales y familiares y el 27% de los especialistas en salud mental se identifican como latinx. Hay muchas diferencias lingüísticas en la manera que expresamos nuestras experiencias. El término “nervios” se usa libremente y muchas veces y saber y entender lo que realmente está sucediendo es lo que se interpone entre un diagnóstico adecuado. Poder recibir ayuda de alguien que en verdad te entienda, es esencial para poder mejorarse a sí mismo.

Cortesía de Creative Commons

Otra lucha que limita el acceso a apoyo o tratamiento para la salud mental es el costo. El 17.0 % de los hispanos/latinxs en los EE. UU. viven en la pobreza (en comparación con el 8.2 % de los blancos no hispanos) e individuos quienes viven en la pobreza tienen un mayor riesgo de enfermedades mentales. Es un ciclo vicioso y difícil de sobrepasar ya que los que sufren de enfermedades mentales también sufren de la pobreza. Muchos latinos no tienen acceso a seguro de salud adecuado lo que hace que sea aún más difícil buscar ayuda. Además de enfrentarse a un grupo de proveedores ya limitado debido a las barreras del idioma, las personas que se identifican como hispanas/latinas tienen aún menos opciones cuando no tienen seguro. Cuando tienen enfrente las opciones de usar su dinero para pagar la renta o para hablar con alguien para solucionar un problema de salud mental, la pregunta se responde sola.

Para colmo de males, nuestra cultura empeora las oportunidades para recibir ayuda. Dichos como, “la ropa sucia se lava en casa” o “ponte las pilas”, solo añaden sal a la herida. El estigma tras la salud mental inhibe la oportunidad para adherir servicios para mejorar la calidad de vida. Pedir ayuda es muy difícil, especialmente cuando hacerlo te etiquetará como “loco”. Nuestra cultura cree ampliamente que la enfermedad mental no existe, que es solo falta de ganas. Este estigma también se traslada a recibir medicamentos. Incontables veces he escuchado, “Para que estas tomando eso, no lo ocupas, nomas echale ganas”, pero el problema no es y nunca era falta de ganas, sino eventos incesantes de la vida que golpean implacablemente una y otra vez. No todo se soluciona con ánimo y no se necesita hacer solo. Algunas veces se ocupa de más y no es algo de lo que se debería de avergonzar.

Muchas veces he pensado que para tener éxito, se tiene que sufrir pero no necesita ser así. Los latinos tienen en mente que para evitar ser un estereotipo, se tiene que dedicar la vida entera a sobresalir expectativas. No tenemos que comprobarle nada a nadie. No tenemos que decir o presumir lo tanto que sufrimos sin ayuda. Nos merecemos un descanso. Nos merecemos cuidarnos a nosotros mismos. Sí, se puede y siempre se ha podido.

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