Imagínate esto: estás disfrutando de una reunión familiar – tus tías te apapachan, tus padrinos te acaban de dar $50 a escondidas y acabas de regresar de una caminata con tus primos.
Llegas, hambrienta, con ojos color de rosas en la primavera, y miras con gusto la cena que la familia preparó. Al final de una cena maravillosa, giras la cabeza hacia tu tía, quien carga la rosca y de repente te cae el veinte: es el 6 de enero, Día de los Reyes Magos. “¡Por eso se reunió la familia!”, piensas.
Se te hace agua la boca, la que anteriormente estaba seca y mientras tus ojos siguen a la rosca que se acerca, te das cuenta de que tu mamá te está mirando con la intensidad que solamente puede procrear una madre.
De seguida, entiendes lo que quiere decir esa mirada, “Si por alguna razón, si por la gracia de Díos te sale ese maldito, desamparado, peligro de atragantarse en forma del bebe Jesús, tu y solamente tu, te encargaras de cocinar todos los tamales para el Día de Candelaria.” El que le toca el bebe Jesús pasara un mayor dolor de cabeza, ya que ese desafortunado se debe encargar de hacer alguna comida, típicamente tamales y ofrecer su casa para el festejo del 2 de febrero, o el Día de Candelaria.
Ese día se festeja la presentación del bebe Jesús pero también tiene raíces indígenas ya que los tamales son simbólicos de una bendición de los Dioses en forma de lluvia y una cosecha abundante.
Dirías, “¿Todo eso dicho con una mirada?” y de respuesta te diré que sí, mi madre es muy expresionista.
Están repartiendo las rebanadas de pan y al final te llega tu turno. Después de casi tres mordidas deliciosas se te ha desaparecido la ansiedad de los tamales y continuas disfrutando de la rosca cuando de repente a mitad de mordida entre tus dientes, sientes la cabecita del bebe Jesús.
“¡En la madre!”, piensas, “¿Me lo trago?”
Estas sudando – inmovilizada, cuando escuchas la voz de tu prima, la metiche gritar, “¡Mira, a Mari le tocó el bebe!”
Lo siento Mami. “¡Al menos no será tiempo por casi un mes!,” le aseguras, pero su enojo se siente profundamente. #oops.
Buen trabajo imaginando ese escenario. Casi se siente como si fuera verdad.
Y es porque sí lo es. Ha llegado el día, es el 2 de febrero y la Amapola está repleta de desafortunados, el pollo todavía está en el congelador y los trastes todavía no están lavados. Intento hacer memoria de hace 2 meses cuando mi mamá hizo tamales para Navidad. Haber — llevaba pollo, tomates, cebolla, masa (osea obvio) ¿y qué más?
Estoy a punto de sucumbir a la montaña de trastes cuando se me ocurre una idea genial. ¡Haré dudar de su propia cordura a mi familia entera!
Es broma, mi mamá es experta en eso, mirara el plan desde millas.
Bueno, mejor las ordenó desde Cárdenas y las meto en una olla cálida. De todos modos saldrán mejor de lo que podría hacer mi tía.
El Mariachi todavía se encuentra arrumbada con los trastes sucios.